viernes, 21 de mayo de 2010

EL GRAN CAMBIO Y AGUA Y PIEDRA

Dos artículos tomados de
"El Cielo está Abierto" Por Fresia Castro.

Hace más de cincuenta años que el *“Club de Roma”- entidad científica compuesta por destacados profesionales de las diversas áreas en el campo de la investigación, encargada de resguardar e investigar el avance científico de la humanidad- dio a conocer las últimas informaciones relacionadas con la actividad solar. Éstas señalaban que el sol enviaba su energía a través de ondas electromagnéticas, cuya intensificación de carga estaba supeditada a la cantidad de explosiones solares registradas en el astro. En ese entonces se había determinado que éstas ocurrían cada 11 años. Posteriormente, las investigaciones anunciaban que estas descargas electromagnéticas intensificadas se producían cada siete años; sin embargo, en este último tiempo la comunidad científica ha determinado que estas tempestades eléctricas se producen cada dos años, para finalmente anunciar hoy que ellas están ocurriendo con una frecuencia inusual, imposible de predecir por la cercanía entre una y otra emisión, alertando a la población sobre su influencia en las comunicaciones satelitales y equipos electrónicos, al crear interferencias.

En forma paralela, las investigaciones relacionadas con nuestra atmósfera indicaban un alerta ante la desaparición de la capa de ozono que cubre el planeta, protegiéndolo de los rayos ultravioleta y de la radiación nociva para la vida física. El panorama actual no se presenta, entonces, muy alentador para los habitantes de la Tierra.

Pero no es tan dramático como parece, todo depende como se enfoque esta realidad: desde la condición de “piedra” o de “agua”**. Eso quiere decir que existe la posibilidad de reaccionar armónicamente a estas aparentes agresiones cósmicas, si nuestra condición vibratoria es tan elevada como para alcanzar la sintonización con las nuevas frecuencias que están llegando al planeta, así como lo hace el agua, cambiando de estado sin trauma. Por el contrario, si lo asimilamos desde la condición de “piedra”, nuestro estado no permitirá un encaje armónico, produciendo los resultados que hoy afectan a la humanidad a través de ciertas enfermedades y trastornos diversos detectados por la ciencia médica.

La novedad consiste en que hoy, lejos de constituir todo ello una amenaza, y aunque parezca raro, el hombre puede aprovechar esta situación planetaria en forma benéfica, para salir de las limitaciones autocreadas que lo han mantenido en bajas frecuencias de esta realidad atómica y recuperar el modelo original perfecto con el cual ha soñado y que le es inherente a su condición de “hecho a modelo y semejanza del Padre”, como lo anuncian las grandes religiones.

Esto se debe a que al intensificarse las emisiones electromagnéticas provenientes del sol, también se elevan las frecuencias de la Tierra, llevando al planeta y a todo lo que vive en él a un nuevo estado ascensional, en un proceso de expansión creativa y, por consiguiente, a una mayor capacidad de uso de este equipo –energía que somos al recibir una mayor carga eléctrica, con el consiguiente aumento del voltaje. Si ocupamos correctamente este potencial que somos de acuerdo a las leyes de la energía, y encendemos adecuadamente nuestro programa original, podemos usar estas condiciones para nuestro beneficio y el de todo el planeta……”
*Esta información publicada en este libro editado en 1996, fue reconfirmada a fines del 2003 por el Pentágono, en Estados Unidos.

**El Agua y la Piedra
“El hecho más revelador que experimenté mientras vivía en estas latitudes (sector montañoso del desierto de Atacama) se produjo durante una mañana de invierno, pasado el medio día, mientras leía sentada en una roca, disfrutando del calor siempre estival del desierto. A partir de esa viviencia pude comprender a cabalidad lo que estaba sucediendo en nuestro planeta y la forma en que nos involucraba como humanidad. Una vez más la naturaleza daba la prueba de su sabiduría, escondida en los eventos más simples.

A pocos pasos del lugar elegido para mi lectura se había formado un pequeño charco de agua, producto de una breve, pero intensa lluvia nocturna. El frío de la noche lo había convertido en hielo, tan sólido que se podía pisar sin que se resquebrajara; a medida que pasaba el tiempo, veía como los rayos del sol lo iban derritiendo, hasta convertirlo en una poza que se evaporaba rápidamente.

Al tiempo que esto sucedía, un estampido, seco como el de un disparo, me sacó violentamente de mi contemplación. Lo sentí tan cerca que mi primera reacción fue levantarme de un salto dispuesta a alejarme lo más rápido que pudiera; pero al mirar hacia el lado de donde provino el ruido, pude darme cuenta, con asombro, que una gran piedra había estallado, fragmentándose.
¿Qué había ocurrido? El sol había calentado con la misma intensidad tanto a la piedra como al agua, pero ambas tenían diferente frecuencia vibratoria; mientras la de la piedra era menor, es decir más lenta, la del líquido era mayor, o sea, sus partículas atómicas giraban a mayor velocidad, más cerca de la frecuencia vibratoria del electrón, que es luz. Ambos elementos habían sido expuestos al mismo frío intenso de la noche y a la influencia de los rayos solares que, en el desierto, durante el día, mantienen una temperatura ligeramente variable entre el invierno y verano no inferior a los 22 grados.

Los dos elementos, que en un momento habían adquirido una apariencia similar en su solidez y temperatura, habían reaccionado de acuerdo a su capacidad de sintonía con las altas frecuencias de la energía solar, teniendo el agua una respuesta armónica, en tanto que la piedra no había alcanzado el grado vibratorio elevado que le permitiera ajustarse a las nuevas frecuencias recibidas, produciéndose así los resultados descritos.